sábado, 28 de junio de 2008

La mancha voraz - Héctor Ranea


LA MANCHA VORAZ
Héctor Ranea

La mancha crecía a través de sus colores, devorándolo todo. Esos colores pálidos que la embellecían eran, en verdad, sus venenos. Era una sutil vela del espesor de una molécula empujada por el viento como las medusas gigantes. Se tragó al Pequod, luego al flipper del Capitán Nelson y siguió con ciudades y libros. Nadie entendió. Navegaron por encima de la mancha y, tal vez, sólo los más sensibles sintieron algún escozor en sus narices. De hecho, esta mancha parecía no tener otro efecto que detener un poco el tiempo y dárselos a los envenenados para tener en qué pensar. Lo que sigue es historia conocida: No lo usaron.

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