viernes, 27 de junio de 2008

Niño - Enrique Anderson Imbert


NIÑO
Enrique Anderson Imbert

Yo ejercía entonces la medicina en Humahuaca.
Una tarde me trajeron a un niño descalabrado; se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando para revisarlo le quité el poncho vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté
—¿Por qué no volaste, m’hijo, al sentirte caer?
—¿Volar? —me dijo—. ¿Volar, para que la gente se ría de mí?

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