viernes, 26 de septiembre de 2008

Desierto del lago Tar - Héctor Ranea


DESIERTO DEL LAGO TAR
Héctor Ranea

A orillas del lago Tar el viento de primavera lija la pintura de los autos. Estos avanzan con cuidado para no levantar piedras, porque el viento las arroja contra los parabrisas de otros autos. Pocas veces se vio, pero sucede, que las piedras levantadas por las ruedas traseras son impulsadas por el viento, sobrepasan al vehículo y las estampan contra el parabrisas del mismo que las levantó. El lago Tar es casi invisible durante la primavera, por ese fenómeno. Los maras, choiques, kaikenes y demás animalillos, suelen quedar malheridos por las piedras levantadas por el viento. Ni los loros se atreven. Los Aonek’o ájen conocían el lugar porque se pescaban buenas cantidades de peces, pero en verano, que no podían verlos por el color sepia del agua tan vapuleada por el viento.

Ilustración: M.C.Escher (Early work 1916-1922)

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