Jesús no entendió el guiño de ojo que le hizo el centurión al ponerle el hisopo con agua en los labios, sino horas después cuando, ya resucitado por José de Arimatea, viajaba en un bajel por el mar Muerto con rumbo a la fortaleza de Masada, refugio de sus amigos guerrilleros, los zelotes.
martes, 17 de agosto de 2010
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