sábado, 17 de septiembre de 2011

Reencuentro - Álvaro Sánchez Schwartz


Al llegar al lugar del accidente se me hizo difícil reconocer a Miriam. Después, sintiendo una extraña premonición caminé hacia el borde de la pista y ahí la pude hallar. Su rostro cansado y envejecido había perdido aquella hermosa sonrisa que me regalara cada mañana al despertar. Su cuerpo marchito e irreconocible, convulsionaba silenciosamente en el piso cada cierto tiempo. En la ambulancia, su mano trató de aferrarse a algo y en su búsqueda desesperada, sus ojos, asombrados, se posaron en los míos. En la calle la sirena de la ambulancia iba dejando tras de si un murmullo de palabras, mientras Miriam, perdiendo aquella desconfianza inicial, cogió mi mano como si dejara atrás a una soledad ya olvidada, y en aquel momento expiró. Y ahora si, sin miedo y como antes, juntos y de la mano, la guíe apaciblemente hacia la luz.

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