Todas las mañanas, yo miraba el balcón de enfrente. Nadie levantaba la silla. El sol le resquebrajaba las patas. Dolía verlas. La lluvia se deslizaba a sus anchas por el respaldo y golpeaba alocada en el asiento.
Pasaron muchos días. Un año pasó.
Una mañana bien temprano, alguien levantó la silla. Esa noche se cayó el balcón.
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