viernes, 30 de noviembre de 2012

Aberturas – Héctor Ranea


—¡Qué feo no tener culo! —dijo la lombriz de tierra adentro.
—Peor tenerlo junto a la boca, os lo aseguro —contestó el platelminto unidimensional de Planilandia.
—Aún peor es no tener boca —dijo el agujero de gusano.
—¿Y con qué hablas, entonces? —dijeron todos a coro en tono horrorizado.
—¿Y con qué se piensan? —les contestó.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Deseo - Lucía Amanda Coria



Miraba con avidez el cuerpo curvilíneo.
No podía evitarlo. Había aparecido en su campo visual dejándolo estático, con la boca reseca, sin voluntad para otra cosa que no fuera ese deseo loco de poseerla, de apretarla con sus manos febriles. De acercarla a su boca.
Ya no podía pensar y tanteó en el interior de sus pantalones. Sus dedos hurgaron con terca insistencia, casi con furia. Sabía cómo terminaría pero no se detuvo.
—¡¡Miseria!! —se dijo frustrado y reconociendo su derrota—. Ni una perra moneda, para la coca cola.

Sobre la Autora: Lucía Amanda Coria

Notas del té - Ginés Mulero Caparrós


Miro en el tiempo los dedos livianos de Ludwig acariciando las teclas del piano. La imagen trae a mi memoria el aforismo oriental “no mirar al dedo sino a la luna”. En aquella atmósfera brilla la música de luna, los visillos flotan como medusas y oigo decir al genio que la perfección musical es 98% trabajo y 2% inspiración, MAGIA. La sirvienta asturiana entra llevando una taza de té hirviendo; tropieza con la felina alfombra y lo vierte sobre el oído del virtuoso, le abrasa el tímpano, le deja sordo... Lejos de enfadarse, el maestro Ludwig, inspirado, empieza a componer la Novena Sinfonía.

Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós

La percha – Mayda Bustamante


Transcurría el mes de octubre. Fernando siempre aparecía el día 28 de cada año y Florencia lo aguardaba de forma invariable sobre el diván con un gin tonic y la caja de música de la que salía una única melodía: “Yesterday”.
Ese día Fernando no llegó, ni al otro, ni al otro. Sencillamente no llegó.
Días después los aullidos de un perro alertaron que Florencia había muerto de espera. Los vecinos se  ocuparon de todo, incluso de enterrarla.
La vistieron con el viejo gabán de Fernando, que nadie nunca supo por qué estaba colgado de la percha.

Sobre la autora. Mayda Bustamante

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Cosa e' Mandinga III - Anahí González



Hay un lugar de mi casa, un pasillo, por donde desde hace un mes o dos, mi perra Fiona no quiere pasar. No sabemos qué le pasa. Se resiste. Ni siquiera se deja tentar con bocados imperdibles. Probé con empanada de carne. Hasta con hamburguesa. Nada. Hay que arrastrarla tirando del collar. Es un tramo de un metro más o menos. Mi teoría es que en casa hay un Casper y que ella lo percibe. Por las dudas, el otro día, sentada sola en mi cama, le hablé al Ghost. Le dije: "Esta no es tu casa". "Tenés que irte porque acá vivimos nosotros", le advertí. Silencio. "Bueno, mirá, hacé lo que se te cante, pero no te me aparezcas nunca, eh, nunca". Hasta ahora, la convivencia es perfecta. Menos para Fiona que sigue tirando del collar.

Tomado de Espejitos de colores

Acerca de la autora: Anahí González

Cacería - Claudia Sánchez


Habíamos sido contratados por un grupo de élite que prefirió permanecer en el anonimato. La consigna era clara. Teníamos que liquidar a ese animal sin levantar sospechas y sin asustar a las criaturas del lugar. Nos organizamos en grupos de tres, apuntándole desde una distancia prudencial. Las armas de desintegración eran muy potentes. Para disimular el estruendo que producirían, acordamos dispararle al unísono en el momento en que el avión de la mañana volara sobre nosotros. La misión tuvo un éxito rotundo. A las diez y cuarenta de aquel viernes, el dinosaurio finalmente desapareció.

Sobre la autora: Claudia Sánchez

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuento de hadas - Daniel Frini


En la oscuridad, a la Chuni el miedo le duele más que el hambre. Está en cuclillas sobre el colchón que huele a sudores viejos; la espalda contra la pared sin revoque y los brazos rodeando sus piernitas flacas, por sentir algo que aplaque el vacío del pecho. La Sonia le dijo que para los catorce la llevaría al cine; y le contó del castillo, la princesa, el dragón y el príncipe. Hicieron catorce y la Chuni no fue al cine; pero imagina que ella es la princesa, y la pieza es el castillo. Sabe que los de afuera son peores que dragones y no espera príncipe sólo por no saber para qué; pero sí a su mamá, que venga a rescatarla de tanto miedo, y golpes y mugre.
La puerta se abre y aparece mamita:
―Pasá Cholo. Cuando salís me dejás la plata en la mesa.

Acerca del autor: Daniel Frini

Mañana pesada de diciembre – Héctor Ranea


—¡Un día de estos terminamos, vos y yo! Todos los fines de año tenemos el mismo dilema, frente a frente. Ya sé que pensamos diferente sobre muchas cosas y que te revienta que para esta fecha me ponga melancólico y quiera hacer balances de cómo fue y qué pude hacer y qué no hice por haraganería, pero déjame que te afeite, aunque sea, ya que tú no quieres, a través del espejo, que si vas con semejante barba te echan del trabajo y vas a ver cómo me pongo si vienes con esa noticia mañana. Aunque sea desde este lado del vidrio te mando un mal rayo que te parta, presumido. ¡Venga acá, pon la cara que te afeito! Todos los días igual con mi reflejo en el espejo, pero para fin de año se pone demasiado demandante el muy cabrón.

Publicado en Letras de Chile

Sobre el autor: Héctor Ranea

La devoración - Nastia T.



Como todos los lunes me siento a la barra. “¿Lo de siempre?” me sonríes.  “Lo de siempre”, sentencio sin importarme el nombre de lo que me llevo a la boca.
Solo sé que es suavidad, tibieza, terciopelo en la punta de mi lengua, carne tierna cediendo ante mis dientes, salobre espesura invadiendo mi garganta, inocente blanco masticado sin piedad, dorada explosión de tus sabores, perfumes y colores.
Saciada mi hambre-hembra, me tomo a pequeños sorbos ese café preparado por tus manos, prolongando así mi estancia para seguir disfrutándote.
Te pago, dejo una buena propina. Y tú, con la frescura de tu juventud, me dices feliz: “hasta la próxima semana”, satisfecho de ese dinero extra, sin sospechar (¡Inocente!) que como todos los lunes, te devoro con pasión.

Sobre la autora: Nastia T.

sábado, 24 de noviembre de 2012

De eternos retornos y revoluciones - Fernando Puga



Saltó un pez y depositó el huevo entre las rocas. De inmediato volvió al mar.
El sol abrigó al huevo que en la playa dejó el pez y al calor de los hilos solares el huevo se quebró.
Asomó el renacuajo y aguzó sus sentidos. Su andar inauguró el camino animal sobre la tierra.
A poco de caminar el sendero se bifurca y el instinto lo lleva hacia la izquierda. Acaso optará por la derecha cuando el tiempo lo devuelva a la misma encrucijada. 
¿Será entonces cuando los dinosaurios dejemos de ser dueños del planeta?

Sobre el autor: Fernando Puga

Ecos - Jesús Ademir Morales Rojas


...no sé cuánto estuve encerrado en aquel cuarto oscuro poblado de ecos. Periódicamente me rociaban con luces extrañas y líquidos de raro sabor. En algún momento abrieron una zona de la celda. Entonces me asomé: sólo había allí un horizonte de sombras, y las quietas olas de un mar metálico. Salí. Anduve vagando sobre las aguas durante mucho, mucho tiempo. Hasta que el tedio me sofocó hasta la muerte...

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Reconsiderando la estrategia - Sergio Gaut vel Hartman


La cosa empezó a irse al carajo cuando los hackers usaron la red para pescar tiburones, derrumbando el sistema de comunicaciones del planeta, y los políticos descubrieron que era más fácil asesinar a los opositores (y acarreaba menos consecuencias negativas) que ir a elecciones. Pero lo que le puso la frutilla al postre fue la Segunda Venida.
—Lo pensé mejor, muchachos —dijo Jesucristo—. Nada de martirios o crucifixiones, esta vez voy a usar mis superpoderes para levantar minas y pasarla bien.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

martes, 20 de noviembre de 2012

Documento sobre el ave - Héctor Ranea



Me gusta la valentía del tero. No de la especie. Me fascina este tero. Todas las mañanas me observa con atención cuando llego y no me teme, incluso considerando que soy un gigante a su lado. Es más, ya me atacó en otra oportunidad. Ni los caranchos o los halcones son tan valientes. Ni hablar de las palomas, claro. Tal vez las lechuzas o las calandrias son comparables en valentía y estrategia al tero defendiendo su compañera que empolla a la vera del camino. El héroe ahora me enfrenta con la mirada roja, atento. Quietos, expectantes, cada uno del otro espera suma entrega, brutales sacrificios. La única que nos observa es la hembra que, roja también su mirada, tensas las alas, espera lo mejor de su macho resplandeciente. La mañana pampera está serena, luminosa, tersa. Entonces tomo la iniciativa. Muevo el Peón de la Dama al cuarto escaque.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Cuestión de preferencias - David Moreno



Por fin tenía en mis manos un libro electrónico con sus tapas de piel y dieciséis tonalidades de grises. Me había imaginado muchas veces este momento, aunque nunca pensé que pudiera ser tan intenso.
Fue un flechazo a primera vista.
Nada más alcanzar el mostrador su pantalla me cintiló descaradamente. Y no pude resistir la tentación.
En el pasillo contiguo mi mujer y mis dos hijas me miraban atónitas. Me habían pillado pero no importa. Con el corazón acelerado les diré que este año volveré a ponerme la cazadora de los últimos tres inviernos.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

Un cuadro de Kandinsky - Sergio Gaut vel Hartman



—¿Usted me ha secuestrado, señor?
—¿Secuestrado? ¡No! Solo la incorporé a un grupo de literatura que creé en Facebook.
—Ay, que pena. Sería tan romántico…
—¿Y no le parece peligroso?
—¿Por qué? ¿Usted planea hacerme daño?
—No, señora. Lo digo por la posibilidad de que, si eso sucediere, su marido no pague por usted lo que costaron las cirugías que se hizo o por lo menos lo que gasta mensualmente en maquillaje.

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman

domingo, 18 de noviembre de 2012

Proteo – Jaime Arturo Martínez


…por último acudió donde su dios. Le enumeró sus sacrificios, sus ayunos, sus ofrendas, su fidelidad por él. Acto seguido le pidió que le entregara a esa mujer. El dios, no pudo complacerlo, ya la había asignado a otro. A cambio, le dio el poder de transformarse. El aceptó. Primero, se convirtió en el aire que ella respiraba, luego, en el agua de su baño, en su cobija, en su cepillo…en ella misma.

El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado

El valor de un cobarde - Luisa Hurtado González


Encontró su nota de despedida sobre la mesa de la cocina, por la tarde, al volver del trabajo. Tras leerla, se dejó caer sobre una silla y supuso que iba a ponerse a llorar pero... ¿por qué hacerlo?, ¿por un matrimonio muerto hace años? “Él sólo ha tenido el valor de acabar con esto”, se dijo, y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, porque ella se había pasado doce años diciendo que era un calzonazos y ahora era mentira.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Deshojando Margaritas - David Moreno



Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...
Al llegar a la última, un ahogado nomequiere, hizo que se desvanecieran sus esperanzas.
Triste y apesadumbrado, abandonó sin darse cuenta el montón de hojas que en el suelo habían formado un tequiere de ensueño.

Tomado de No Comments


Sobre el autor: David Moreno

Realidad de closet - Héctor Luis Rivero López




La madre metió mitad de su voluminoso cuerpo fuera del closet para al rato sacarlo con las manos vacías y enfadada, dijo:
—No está, ha desaparecido.
No sé cómo lo hizo, pero esa noche, no hubo más sonidos provenientes del otro lado del armario. Mamá Monstrua se aseguró que el niño molestoso se fuera para siempre.

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor: Héctor Luis Rivero López

viernes, 16 de noviembre de 2012

Libre - Jesús Ademir Morales Rojas




K un día, luego de su trabajoso empeño, por fin entró al inmenso edificio. Nadie le impidió el paso. Nadie le puso obstáculo alguno ya. Nadie le obligó realizar largas esperas, ni a presentar documentos imposibles. Nadie le cerró las puertas. Porque el Castillo estaba vacío por completo. K no supo que pensar de esto. Y no lo hizo, porque el viento cerró las puertas del edificio abandonado y ya nunca volvieron a abrirse.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

Descubrimiento - Olga A. de Linares



Se levantó, se arregló con esmero, eligió cuidadosamente camisa, traje, corbata. Mientras colocaba el Rolex  en su muñeca, se contempló en el espejo que duplicaba lujos y elegancias enmarcando su figura impecable.
El ascensor lo llevó al estacionamiento con la eficiencia de costumbre.
Entró a su  Mercedes.
Y entonces, con la llave de encendido en la mano, comprendió que no tenía adónde ir.

Acerca de la autora:
Olga A. de Linares

El planeta de las nueve lunas - Héctor Luis Rivero López




Un extraño virus atacó a la humanidad y como resultado todas las mujeres embarazadas daban a luz solamente niñas. Mientras los científicos trataban de lograr un esperma sintético usando células madres embrionarias, con el paso del tiempo los hombres fueron disminuyendo. Cuando el planeta entero quedó a disposición de las féminas, y pasó a llamarse el planeta de las nueve lunas, las mujeres desarrollaron ojazos de infarto, labios carnosos, clítoris enormes, melenas estupendas, cuerpos atléticos y bronceados. Sin los hombres, disminuyó la contaminación y como consecuencia se acabaron las guerras, pero también la música y el cine. Todo eso perdió sentido. Nada por qué rezar. Cero cosméticos. No había canciones de amor. Entre ellas aumentaron los besos franceses y el sexo oral; se conjuró una fantasía misantrópica, un mundo más pacífico y más lascivo que en ningún otro momento en la historia. Fue entonces cuando las mujeres se fijaron con mucha atención en los chimpancés machos...

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor:
Héctor Luis Rivero López

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Solo entre reflejos – Ginés Mulero Caparrós



Tener nueve años no obliga a la invisibilidad. Merodeo transparente por el salón donde en alboroto los familiares toman té con palmeras. Las ondas del líquido dorado de una de las tazas distorsiona el ventilador del cielorraso. El visillo vuela suavísimo en un espejo… En el reflejo de la mesa rectangular de vidrio veo rostros desencajados, con perlas indefectibles. En un cuadro acristalado con un mapamundi añejo se perfilan varias cabezas que velan el féretro con mamá. Cuando ella se incorpora y la jalean por el tránsito… comprendo que yo soy en la familia, el único superviviente de la tragedia.

Tomado de Gaviota de azogue 139
Sobre el autor: Ginés Mulero Caparrós

La calle - Daniel Sánchez Bonet



De camino a casa, a Armando le llamaba la atención el mimo con el que algunas ancianitas del barrio daban de comer a los gatos y es que, día tras día, la rutina parecía ser siempre la misma. Ocho de la noche. Tres recipientes: uno de carne guisada, otro de pescado y un poco de agua. Y aunque, al pobre Armando, las cosas no le marchaban demasiado bien por culpa de la crisis, aquel gesto tan humano le reconfortaba segundos antes de entrar en casa, donde no eran pocos los quebraderos de cabeza que le esperaban. Pero, así era la vida…

Un mes más tarde, los gatos se miraron entre sí, desconcertados.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

La cinta de Moebius - Jesús Ademir Morales Rojas



K abre la puerta. Tras un escritorio, el funcionario que buscaba, señalando a otra puerta. K titubea. Luego se decide: abre tal puerta. Negrura. Se interna allí. Ruidos. Voces. K avanza durante mucho tiempo entre esas tinieblas sofocantes. Fatigado, se acuesta a dormir. Cuando despierta, está sentado en un escritorio. Alguien abre la puerta. K señala.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas

lunes, 12 de noviembre de 2012

Sobre llovido mojado – Sergio Gaut vel Hartman


Las consecuencias y daños del desastre eran incalculables. Casi todos los árboles habían caído, aplastando autos, casas, personas. Los cables de electricidad parecían látigos que azotaban a todo cuando se ponía a su alcance, movidos por un viento furioso y ciego, y cuando la lluvia empezó a caer no alcanzó para apagar los focos de incendio que se habían iniciado como consecuencia de los escapes de gas. Las calles, entonces, parecieron ríos, y el incesante aguacero formó una muralla gris que impedía cualquier acción de rescate. Para colmo de males, los marcianos, la frutilla del postre, eligieron ese mismo día para invadirnos.


Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Post-Fellini - Nana Rodríguez Romero




Federico Fellini guardaba en sus archivos miles de fotografías de los más insólitos rostros que desfilaron por el casting que realizó para sus películas.
Después de su muerte, un coleccionista encontró algunas de ellas y, tras una ardua búsqueda, logró contactar algunos de los personajes ya ancianos, cambiados, más marcada la caricatura en ellos, especie de hipérbole fellinesca para un guión del horror, el infierno del Dante o la pesadilla más elaborada del cineasta. De repente, apareció uno de los rostros más bellos y ultraterrenales de la galería, quizá la Beatriz que el director siempre añoró llevar al cine, lo extraño era que estaba intacta, igual a la fotografía; como una gasa levitaba al lado de sus compañeros del casting de sobrevivientes.
Maravillado el coleccionista, vio cómo la mujer se desvanecía al entrar en la polvorienta pantalla del estudio 5 del Cinecittá.

Del libro Efecto mariposa, 2004

Sobre la autora: Nana Rodríguez Romero

Tu música favorita – Héctor Ranea



Estábamos encerrados. Aunque algunos dijeran que no, ésa era la realidad. Ciertas noches soñábamos estar libres, que quienes decían que no era cierto que estuviéramos encerrados tuviesen razón. Pero al despertar era evidente que sí, que estábamos encerrados y lo hicieron para matarnos. De a uno, de a varios, de a multitudes. La realidad nos despertaba cada día con los sordos gritos de quienes mataban y de quienes morían. Y la música, la música cambiante, la música dolorosa que sonaba, lacerándonos.

Elige tu música favorita me dijo el verdugo mi último día─. Te mataré en cuanto tus lágrimas denoten que te da placer escucharla. Y si no lloras, no importa: te mataré igual sonrió.

Sobre el autor: Héctor Ranea

sábado, 10 de noviembre de 2012

La invasión – Jaime Arturo Martínez


La tierra fragosa y la altísima vegetación no amilanaron a los guerreros, que en fila india invadían el territorio en el que se asentarían. Desde semanas atrás, la marcha y el posicionamiento del terreno eran constantes. Las partidas de reconocimiento guiaban a los soldados y apenas éstos aseguraban el espacio y tomaban posesión de él, los obreros emprendían la construcción de túneles y trincheras. Pero esta mañana escucharon que el enemigo se aprestaba para la resistencia. Tiempo después una lluvia tenue cayó implacable. Primero la recibieron como una bendición, luego un olor acre invadió los espacios y los soldados empezaron a caer asfixiados.
—¿Ya terminó?
—Sí, señor, después de esta fumigación no creo que quede una sola hormiga en su jardín.

El autor: Jaime Arturo Martínez Salgado

Felicidad — Cristian Cano


Fría pero condescendiente noche en el rincón del café, ese misterioso reparo desde donde puedo dominar el mundo. Alguna gente está de paso, otra, la más interesante, lucha en herméticas charlas y raras ediciones. Acá es en donde más vivo me siento y cuando mejor puedo dejar el mundo atrás, para contar mis adentros.

Acerca del autor: Cristian Cano

Peligros de la ciudad (9) - Jordi Cebrián




Abrieron el nuevo barrio, pero aún no vive casi nadie. Él se mudó por obligación, pero toda su escalera está vacía, como la escalera de al lado. Le gusta llegar pronto a casa, antes de que anochezca. Apenas dos o tres balcones brillan en toda la calle y las farolas alumbran para nadie.
Está a punto de ir a dormir cuando llaman a la puerta. Se acerca despacio a la mirilla y observa fuera, pero no hay nadie. Por instinto cierra las luces, las últimas que brillaban ya en su calle. Y cuando su puerta revienta, también las farolas se oscurecen.

Remedios - Daniel Sánchez Bonet


Remedios ya no aguantaba más. Había probado todo tipo de tratamientos y brebajes para que su marido dejara de roncar por las noches, pero no había nada que hacer: ninguno funcionó. Tampoco sirvieron de nada las indicaciones del otorrinolaringólogo y además, Remedios se resistía a costearse una operación de cirugía para su marido. Al final, se decidió por el método más manual y casero que conocía y un silencio sepulcral invadió su casa para siempre.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

jueves, 8 de noviembre de 2012

Dios los cría y en silencio... - Héctor Luis Rivero López




Un hombre desnudo entra a un convento de monjas. GRITOS. Una mujer desnuda entra a un convento de monjes. SILENCIO. Niños salen del confesionario sin sonrisas. SILENCIO. El papa apareció muerto en su  cama, con la luz encendida, como si aún leyera. SILENCIO. Una religiosa fue quien lo encontró muerto. SILENCIO. Digan que fue su secretario. SILENCIO.

Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor: Héctor Luis Rivero López

Mariposa Despistada -Mercedes Gómez Benet




Una Mariposa Despistada, así, con mayúsculas, cruzó por dentro, como el aire, el camión sin paredes del ejército, así, sin mayúsculas.
Era blanca y volaba con trémulos graciosos.
Serían las doce y el sol pegaba duro, aunque no tanto como los operativos militares que desmantelan barrios agujerados donde el hambre anida.
Los uniformados, en su camión sin paredes verdes, no parpadearon. Ni una sonrisa. Tampoco abrieron la boca para admirar la bendición o venerar en silencio a la mariposa nívea y despistada, que, ladrona silenciosa, le robó con sus trinos alados varios rayos al sol.

Sobre la autora: Mercedes Gómez Benet
De Gaviotas de Azogue número 30

Tecnología de punta – Héctor Ranea



—Mi grabadora de CD distorsiona —le dije al dependiente del negocio de computación.
—¿Mucho? —me pregunta como si uno pudiera cuantificar el mucho y el poco.
—Y… —ensayo titubeante —Mando el Ruhevoll de la Segunda de Mahler y sale Melodía Desencadenada en tiempo de Rock.
Se quedó con la boca tan abierta que daban ganas de llenársela con los CD mal grabados.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Vaho - Raúl Sánchez Quiles



Primero un calzoncillo, luego dos calcetines. Me enfundo el pantalón y detrás viene la camiseta. En el armario busco un jersey y en el respaldo de la silla de la cocina encuentro mi cazadora de pana. Si no llego a tropezar con las botas de camino a la puerta, habría salido descalzo. En los días de frío, como éste, también cojo los guantes, la bufanda y un gorro de lana azul. La luz de la mañana me molesta y siempre me coloco unas gafas de sol enormes que alguien dijo que eran modernas. Mientras paseo por la calles y me cruzo con otros seres cubiertos, reparo en que sólo el vaho da fe de que aquí debajo existe un cuerpo.

Sobre el autor: Raúl Sánchez Quiles

martes, 6 de noviembre de 2012

Crecimiento interior – Sergio Gaut vel Hartman



En un banco del parque, Nash lee ensimismado. Chavelin se aproxima y lo contempla durante un largo rato, antes de atreverse a interrumpirlo.
—¿Puedo saber qué estás leyendo?
Nash levanta la vista, cierra al libro y señala la ilustración de la tapa.
—Es la obra maestra de Sri Rabi Tucker: Autoconocimiento.
—Lo leí. ¡Es maravilloso! Todos los autos deberían leerlo para funcionar mejor.



Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Del cojín al sombrero – Héctor Ranea


Estoy seguro de dónde dejé mi sombrero. No fue en el perchero ni tirado en el piso. Lo dejé sobre el cojín de mi silla, frente al escritorio donde queda la computadora. Lo digo para que no digan que no sé dónde quedó. No señor, sí que lo sé. Quedó sentado, por así decir. Y frente a la computadora. Ya sé que la nota que quedó fue escrita a mano, que no tiene nada que ver la máquina. Pero lo quiero dejar expresado enfáticamente: sé dónde quedó. No importa que después todo parezca como que me olvidé dónde lo dejé, para hacerme pasar por listo. Insisto. El sombrero quedó ahí y cuando lo dejé no tenía mi cabeza puesta. Me la deben de haber cortado después, sí señor. Eso sí, no pretenderán que recuerde quién puso el sombrero a mi cabeza, mi memoria no da para tanto.

El autor: Héctor Ranea

Prioridades - David Moreno



Amanece en la sabana. Un rebaño de ñus huye de unas leonas que les persiguen buscando al más débil. No muy lejos, las jirafas se alimentan de las hojas de unas acacias descubriendo a un grupo de hienas que dan buena cuenta de los restos de un cadáver de gacela. Y en el poblado masai, los hombres parten, rungu en mano, hacia los territorios de caza.
De repente, llega un ruido ensordecedor y desconocido. Todo se paraliza.
Los ñus detienen su huida ante el desconcierto de las leonas que miran hacia el cielo, las jirafas extienden sus cuellos para mejorar la visión, las hienas atónitas suspenden su festín y los hombres masai apuntan sus armas hacia el monstruo que sobrevuela sus cabezas.
En cuestión de segundos, todo vuelve a la normalidad: el hambre puede a la curiosidad.

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

Por arte de magia - Daniel Sánchez Bonet



¡Tachán! Y tres nuevos desconocidos pretenden colarse en mi lista de amigos ¡Tachán! Y un chico que dice llamarse Siempretuyo69 me reclama desde el otro lado ¡Tachán! Y otros cuantos más escriben que les gustaría conocerme ¡Tachán! Y otros dos me invitan a cenar y así, sin parar durante el resto la noche. Mientras tanto, y como por arte de magia, de la parte inferior se mis fotos empiezan a brotar palabras provenientes de todos los rincones del mundo ¡Qué se habrán creído!

¡Tachán! Y la que os habla se esfuma para siempre entre los humos de vuestros apestosos cigarrillos.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

domingo, 4 de noviembre de 2012

Como un panqueque – Sergio Gaut vel Hartman



Lo primero que me llamó la atención fue ver a Angelina Jolie esperando el 60 en Corrientes y Ayacucho; luego me tropecé con Berlusconi pidiendo limosna en la puerta del Ópera y más tarde creí divisar a Luis Miguel comiendo un pancho en un carrito callejero. Si estos se vinieron tan abajo, pensé, ¿quién viaja en limousine? Presté atención: el mundo se había dado vuelta como un panqueque. Los cartoneros manejaban autos último modelo, los pobres habían enriquecido de repente. Estoy soñando, me dije, pronto me voy a despertar. Pero no estaba soñando, no me desperté y, además, no tardé en comprobar que yo, Preservativo Papeluchi, último orejón del tarro del archivo de expedientes anulados del Servicio Penitenciario Federal, ubicado en el quinto subsuelo del edificio Atalaya, me había convertido en emperador del planeta Tierra gracias al capricho de unos invasores extraterrestres del planeta Adaj'acrac.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Lección número 1 - David Moreno



Algunos lloran sin cesar; otros gritan desesperados. Muchos patalean; los menos, se quedan callados, haciendo pucheritos, sin entender lo que pasa.
He llegado a pensar que soy un poco malvado, pero no hay quién se resista a esta tentación.
Les agarro de un brazo, del otro, de una pierna o de las dos, e incluso si es necesario del cuello y les enrollo como una bola. Una vez que están dentro, cierro compuertas y configuro las opciones: agua más fría que caliente, quince minutos me parecen suficientes y eso sí, centrifugado al máximo. ¡O aprenden por las buenas, o por las malas!

Tomado de No Comments

Sobre el autor: David Moreno

sábado, 3 de noviembre de 2012

Puntos - Daniel Sánchez Bonet


Los puntos pueden cerrar frases o novelas. También, abrirnos la piel, avisarnos de la peligrosidad en un tramo de carretera o hacernos morir de placer. Nos podemos además apoyar sobre ellos y a veces es bueno ponerlos sobre la íes, sobre todo, si la cuestión no está del todo clara. Pero ¡cuidado! Porque si alguien descubre los nuestros, podrá conocer también nuestras debilidades. Así son los puntos, de muchos tipos y significados distintos. Depende siempre desde donde los mires. Armando, aquella tarde de gloria, los miró de frente, con precisión.

A él, los puntos le convirtieron en leyenda del baloncesto.

Sobre el autor: Daniel Sánchez Bonet

viernes, 2 de noviembre de 2012

Mancha - Pedro Peinado Galisteo



En la corbata apenas es perceptible la mancha. Sin embargo, siempre hay quien allá ve formas: de salamandra, de niño, de mamut, de corbata. En la corbata apenas es perceptible la mancha. Sin embargo, siempre hay quien allá ve formas: de salamandra, de niño, de mamut, de corbata...

Sobre el autor: Pedro Peinado Galisteo
De Gaviota de Azogue 163

Fatal lepidóptero – Héctor Ranea


—Ustedes las amantes de las mariposas son hipócritas, porque no hay duda de que aman a las que tienen todos esos colores (aunque no los tengan en realidad, pero eso lo discutimos en otro lado) maravillosos que subyugan a la vista, que los hacen amables, vistosas. Y parece, les parece, romántico. Pero bien que se cargan con chancletas, diarios, servilletas o lo que tengan a mano para reventar a las nocturnas, ésas que tienen color de ceniza de cigarros toscanos.
—¡Es que no vas a comparar!
—Todo porque no conoces la mariposa lengua de llama. Me gustaría que la tuvieras que soportar.
—Nunca oí hablar de eso. ¿Es un lepidóptero?
—Fatal, diría. Fatal. Del tamaño de una pierna. Hace sombra en la playa. Pero con la trompa te sorbe el líquido cefalorraquídeo, desde la nariz.
—¿Qué tomaste?
—Líquido cefalorraquídeo. ¿A ver esa naricita?

Sobre el autor: Héctor Ranea

Una de personajes y autores – Sergio Gaut vel Hartman



—Póngame de personaje en su obra.
El anciano levanto la vista, pero no vio al que le estaba hablando porque era ciego.
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Soy fuerte, valeroso, manejo la espada como nadie y mi ingenio no tiene parangón.
—No tiene parangón —repitió el anciano meneando la cabeza.
—Una historia no funciona si no hay un héroe en ella.
—Ya hay un héroe en ella —refutó el anciano.
—Pero muere al promediar la trama. Eso no le va a gustar a los lectores. En cambio yo le aseguraría un buen final y hasta una continuación.
—¿Estás proponiendo que escriba una saga? —el anciano sonrió por primera vez, y en sus ojos sin luz chispeó el interés.
—No sé qué es eso, pero sí, si usted desea llamarlo saga…
—¿Cuál es tu nombre, forastero?
—Odiseo, señor.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman